Tu amorcito se iba a las siete de la mañana y llegaba a las ocho de la noche. Era un buen esposo ese amorcito que ella tenía.
Entre las siete de la mañana y las ocho de la noche no pasaba mucho en tu vida. Vete a mercar y manda a limpiar. Compra flores, que se ven muy bonitas en la mesa. Dobla las toallas y habla un rato por teléfono, te lo mereces. Pon el programa de radio, canta. Entretente. Solo es la una de la tarde. Pastel de mandarina en la casa de la amiga. Mamá chismosa que llama a toda hora. La de la telenovela tiene cáncer, ¡ay!, te pones a chillar. "Es que es un caso de la vida real". Entre las ocho de la noche y las siete de la mañana no pasaba mucho tampoco. Saludo de beso. Sirve la comida. Sexo convencional y finge un orgasmo. Él, a roncar.
Tu amorcito es un buen esposo. Tú eres una buena queridita. Todo es muy bonito. Los pajaritos cantan.
Pero mujer, ¡por dios!, que tú querías ser artista. Saliste medio bruta, pero ahora eso no es impedimento.
Hacer estantes en forma de vaquita para guardar sabanas no era precisamente lo que buscabas. La brocha de la sombra para ojos está un poco cerca, pero tampoco.
Te jode. Es que se te nota. Las buenas queriditas de sus amorcitos no fuman. Se te nota. No se comen las uñas ni se masturban. Pequeña puerca.
Pero tu amorcito lo entenderá. Tú también tienes derecho a una carrera. A una vida.
Lo sientas al otro lado del sofá a las ocho treinta. Luce lindo, es un maridito bonito. Pero la que se tiene que ver linda eres tú. Tomas la cámara fotográfica, auto disparador a diez segundos, te sientas. Dispara.
Ahora todo resuelto. Lo de tu amorcito fue fácil.
Han pasado varios días desde que hiciste tu primer trabajo y vaya escándalo que ha despertado tu obra en la prensa. ¡Es magnifica! Estás sentada leyendo las páginas de crítica de arte. Te aman. Pero es peligroso decirlo en público. Te aman en silencio. Grande. Artista. Genio.
“Retrato de una mujer mirando un cadáver” es una pieza exquisita. Todos lo saben.
Sentada en la celda sin mucho para hacer. ¡Qué más da! Por lo menos ahí no hay toallas para doblar.
exquisita pieza literaria! cuanta realidad abunda en el relato!. dejemos ya de doblar toallas y a disparar se ha dicho!!!
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