martes, 24 de agosto de 2010

Desde que te fuiste todo ha cambiado. Ahora las arañas no tejen en mi habitación y las paredes se han descascarado por la humedad que les produjo mi llanto.

Hace un momento encontré unas mariposas muertas detrás de la cortina de la ventana por la que te espié. Es extraño, desde el día de tu partida ya no vienen para hacer sus capullos, sólo vienen a morir. Debe ser porque la música que solía escuchar en las tardes ahora la aborrezco, o quizás dejaron de venir cuando empecé a cortarles las alas. No quiero que nada se vuelva a ir de mi lado.

Esta mañana salí a dar un paseo por el parque. Sonreí cuando vi el árbol en el que enterré al perro. ¿No lo sabías acaso? Lo maté una semana después de que te marchaste. No soporté oír sus ladridos en la noche. Los ladridos que tú callabas y luego nadie pudo callar.

Te siento tan lejana que ya ni recuerdo cómo eras. Sé que no tenías bellos ojos, ni un lindo pelo. Sé que no eras bonita. Siempre me pareciste muy evanescente. Amorfa. Eras como una bola de papel arrugado. Pero así te quería yo. Fea.

No he vuelto a bañarme. No lo he vuelto a hacer porque la ducha me recuerda la lluvia, y la lluvia me recuerda nuestros paseos invernales, caminando por un andén vacío mientras la gente se escondía del agua. Ahora que lo pienso bien, eso nunca pasó. Tal vez lo soñé o lo vi en alguna película. ¿Importa eso ahora? Te extraño igual.

En mi vida no ha ocurrido nada que valga la pena de ser contado. El suceso más importante es que te fuiste. Después de que marchaste, nada. Creo que he perdido el tiempo, no sé dónde está o por qué estaba cuando lo perdí. ¿Estaba por ti? A lo mejor sí. El tiempo se debe aburrir conmigo. El hecho es que se perdió, tal vez mañana lo encuentre. A lo mejor solo tenga que comprarle baterías al reloj.

Baterías para el reloj y un cepillo de dientes. No me he vuelto a cepillar, es que odio las sonrisas.

¿Recuerdas que prometimos que el primero en morir cobijaría en las noches al que estuviera vivo? Vigilaríamos el sueño del otro sentados desde el marco de la ventana. La promesa no la podré cumplir, yo ya no sé dónde está tu cama.

El perro sigue ladrando.

A veces te siento entrar con una vela en la mano. Puras tonterías mías


Nota: El anterior es un monólogo que escribí hace mucho tiempo. Alrededor de los 16 años (ahora tengo 21). Para publicarlo aquí tomé algunos párrafos y excluí otros, que incluían una borrachera y un suicidio, entre varias linduras. Éste es el estilo con el que yo escribía cuando era más pequeño. Ahora que lo leo, me parece que carecía de sinceridad, que era una historia decorada con barroquismo y que no tenía estructura, pero que tenía unas ideas muy bonitas, básicamente las ideas que dejé aquí.

Me pregunto si, dentro de unos años, las cosas que escribo ahora las veré del mismo modo.

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