Este es un texto de mi amiga Camila Vera, con quien inicié mi carrera en periodismo por allá en el 2006. Con ella comparto eso de ser engreídos, acomplejados y official haters del pregrado que elegimos (valga aclarar que odiamos la forma en que nos enseñan el periodismo, si es que eso es enseñar, mas no el periodismo (por lo menos no el bueno, porque hay unas birrias de publicaciones…)). También comparto con ella el hecho de arrastrarnos perezosamente durante este semestre con el fin de alcanzar un titulo que, tal vez, no vamos a usar. ¿Si no lo vamos a usar para qué lo queremos? Porque somos engreídos y no nos va a quedar grande la carrera. Además, de pronto, nos da por usarlo, uno nunca sabe.
El siguiente fue un trabajo que ella debió realizar en la Central Minorista de Abastos – una plaza de mercado de Medellín –. El ejercicio consistía en elegir una pareja, vendarle los ojos y guiarla por el sitio. Luego, intercambiar los papeles. El típico ejercicio bobo de ver el mundo de manera distinta, aunque uno lleve toda la vida viendo, oliendo, tocando y comiendo tomates y lechuga. La obviedad esa de los cinco sentidos, lo cotidiano, y el nuevo periodismo que, nuestros profesores no se han dado cuenta, se convirtieron en un cliché y ya están bastante trillados.
Lo que me gustó de este texto es la forma como rompe los esquemas gastados con que los estudiantes de periodismo de la Universidad de Antioquia están acostumbrados a escribir crónicas (No todos, obvio, pero sí muchos). Lógicamente el siguiente no es un trabajo como para un premio Pulitzer, pero a mi me hace reír y con eso me basta.
Aclaro que la opinión antes vertida, de manera venenosa, es mía. La autora del trabajo puede no estar de acuerdo con todo lo que yo digo (como viene siendo natural desde que la conozco).
Después de mi cháchara, ahora sí, el trabajo:
Maria: Con que esto es ser ciego.
Camila: No.
Maria: Ser ciego es una realidad, no una aventura.
Camila: Hoy no ver es nuevo, y se acaba en media hora, no te creas la del braille.
Maria: Y ahora qué hago.
Camila: Pues esperá a que te guíe el nuevo “amigo”.
Maria: Eso de no conocer a nadie de la clase sí es muy maluco.
Camila: Y usted, que se le inventó a la psicóloga que ya tenía un nuevo amigo. El pobre ni sabe que es su amigo.
Maria: Ni que necesito psicóloga.
Camila: En fin. Que toqué allí. Un papel. Que toque allá. Un tomate.
Maria: Más emocionante cuando uno estaba en el colegio y lo ponían a probar las cosas.
Camila: Boba. Que a usted ya los escrúpulos no la dejan probar nada que no vea.
Maria: Eeeh, pero al menos toco.
Camila: Y qué, entonces paseamos y vemos y ya después le toca al otro.
Maria: Sí.
Camila: Pero no se anula la caminadita.
Maria: Sí, pero me quiero graduar.
Camila: Ni modo.
Maria: Ve la guanábana es blandita. Puta. Me enterré una cosa en el dedo.
Camila: Jajajaja. ¿Va pa’ urgencias después?
Maria: Fijo se me hincha.
Camila: Qué va, un chuzo cualquiera.
Maria: ¿Cualquiera? La gente se muere de cosas como esta.
Camila: La gente. No usted. Camine bien, amotriz.
Maria: ¿Qué más?
Camila: Repetitivo, aburridor, más emocionante ir a mercar.
Maria: Comprar cositas.
Camila: Acose.
Maria: No me hacen caso.
Camila: Fó. Queso.
Maria: Me voy a quedar sin pestañas.
Camila: Jum, y esas que no vuelven a crecer.
Maria: Ay, puta.
Camila: Sin novio, sin pestañas y con los ojos sudados. Hecha mijita.
Maria: Pero no pasas ni una.
Camila: Pa’ que habla sola.
Maria: La verdad, que pensaba que este era un lugar como más tenebroso.
Camila: Empelículada.
Maria: Pues sí, pero pa´ tocar aguacates y que las manos me huelan a cebolla, tiempo sobra.
Camila: Pero te querés graduar.
Maria: Ahh sí, eso sí.
Camila: Toque.
Maria: Flores secas.
Camila: Toque.
Maria: Papas.
Camila: Toque.
Maria: Una barriga.
Camila: Acose.
Maria: Ya.
Camila: Guiemos.
Maria: Que él también huela queso.
Camila: Fó. Con razón Eliza no come.
Maria: Pero vos sí, le decís que no te lleve a la carne, y lo primero que haces cuando ves es meterte acá.
Maria: ¿Pero que más papas puede uno tocar?
Camila: ¡Qué toque limones!
Maria: Ay, no, será que en ese mismo camión venía la carne de mi almuerzo.
Camila: De eso sí te morís.
Maria: A qué sí.